24 de abril de 2011

¿Por qué escucho música clásica?

Gustavo Dudamel dirigiendo la Sinfónica Simón Bolívar. Imágen tomada de acá


Durante mi corta vida he encontrado personas que aman la música clásica y otras que no la soportan, la detestan o les parece aburrida; desafortunadamente el último grupo ha sido más numeroso. En esas oportunidades suelen preguntarme qué atractivo le encuentro a este género musical, por eso hoy quise dedicar un post a responder esa pregunta.


Mi pasión por la música -en general- empezó  cuando tenía 6 años al escuchar por primera vez un violín, y desde entonces no me ha abandonado ni me abandonará hasta el día que muera; creo que en ese momento me enamoré de la música clásica, me asombraba (y aún me asombra) saber que allí -en el violín- se producían los sonidos celestiales que tanto me cautivaban. Conforme fui creciendo desarrollé interés por otros instrumentos, entre ellos el piano, el chelo, el arpa, la mandolina y el clarinete; siendo ese afán por descubrir nuevos sonidos lo que me motivó a seguir escuchando  y buscando sinfonías que no fueran tan conocidas.

Ahora bien, no existe una sola razón por la que escuche música clásica; de hecho tal vez enunciarlas todas me sería difícil, primero porque podría escribir por horas sobre el tema y segundo porque tengo una terrible memoria y me quedaría alguna por fuera. Para resumir diría que la música clásica es de todos los géneros que escucho (y escucho muchísimos) el más exquisito.

Sinfónica Simón Bolivar interpretando Rigoletto. Imágen tomada por mí


No existe un artista, banda o compositor que logre igualar el nivel de perfección y majestuosidad alcanzado por Wagner, Ravel, Malher, Strauss, Verdi, Bach, Rossini o Vivaldi. La música clásica explota cada una de las emociones humanas y se inspira en las cosas más simples de la vida, pueden expresar el amor, la alegría, la venganza o el dolor de la forma más desgarradora y penetrante posible. Las melodías exudan pasión y hacen vibrar todas las fibras de tu ser con cada nota que tocan; las sinfonías te elevan, te llevan a un nivel de genialidad tan alto que destroza y acaricia tu alma al mismo tiempo y con la misma intensidad; te cortan la respiración, se cuelan por cada uno de tus poros formando parte de ti hasta que te vuelves uno con la música, existiendo por ese breve instante gracias a ella. Y justo cuando crees que no puede ser más sublime o exquisito, toma tu corazón arrancándolo de tu pecho y lo eleva mil metros por encima de ti, llevándolo a un nivel de finura que nunca habías conocido y que es tan brillante y refinado que se hace muy doloroso para soportarlo; en ese momento tu corazón entra nuevamente en ti y comienzas a caer ganando velocidad mientras te acercas a la tierra, pero no te estrellas contra el suelo, al contrario, caes con la ligereza de una pluma y con la gracia de una bailarina, dándote cuenta de que a pesar de no haberte movido un centímetro sientes que has viajado mil años en el tiempo y visto mil mundos.

Para muchos la música clásica es elitista, siendo disfrutada sólo por la alta sociedad; pero no es cierto. La música está para disfrute de  todos, nos permite soñar y sublima momentos de nuestra vida. Hoy encontramos composiciones clásicas como “Morning” de Grieg o  “El barbero de Sevilla” de Rossini en los dibujos animados, “Guillermo Tell” igualmente de Rossini es usado en escenas de persecución, “Pomp and Circunstance – March Nº 1” es la marcha de graduación  por excelencia. “Also Sprach Zarathustra” y “The Ride of the Valkyries” forman parte de las bandas sonoras de grandes películas, “Für Elise” puede encontrarse en ringtones de los celulares y el primer movimiento de la “Sinfonía Nº 40” ha sido utilizado en innumerables canciones. Y aunque no las reconocemos como tales, ahora forman parte de la llamada “Cultura pop”.

Festival Viva Nebrada 2010. Foto tomada por mi.

Tal vez mi explicación sea poco ortodoxa, pero esas son las reacciones que genera en mí la música clásica. No importa cuánto ame el jazz, el rock, el metal o el blues, siempre en mi corazón existirá un lugar de honor para Tchaikovski,  Beethoven, Mozart, Chopin, Liszt, Händel y Brahms. Un lugar que no solo tienen en mí, sino en millones de personas que en el mundo entero disfrutan hoy de sus obras como lo han hecho muchísimas más desde hace doscientos años y lo seguirán haciendo las generaciones venideras hasta el fin de la humanidad.

Para finalizar, dejo un video que muestra algunas de las overturas más conocidas 


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