28 de septiembre de 2011

Yo también... Me he sentido como una Miss Venezuela

En una noche tan linda como esta...

Imagen tomada de NYdailynews.com

Los concursos de belleza no son lo mío, eso me quedó claro desde hace mucho, cuando supe que nunca superaría el metro y medio de altura. Si tuviera la osadía de presentarme en donde sea que quede la quinta Miss Venezuela, Osmel Sousa se reiría en mi cara y me mandaría a crecer por lo menos 20 centímetros. Si, definitivamente esa ilusión de casi toda niña venezolana de colocarse la banda, la corona y hacer el desfile agitando la mano no me pasará en esta vida… O al menos eso es lo que creía; porque ahora puedo decir que se lo que se siente ser una Miss.


Todo ocurrió hace poco más de un mes, cuando recordé que tenía más de un año sin ir al consulado portugués a saber si ya teníamos (mi hermano y yo) nuestra respectiva nacionalidad. Así que puse las cosas en orden, desempolvé los papeles y le dije a mi familia que al día siguiente tocaba madrugar porque había que ir para Valencia.


El Opening

El día comenzó a las 3:00am con el “corre-corre” típico de cualquier día importante y tratando de apresurar la rutina mañanera para tratar de salir lo más rápido posible. Logramos salir antes de las 4:00am, lo que era una magnifica señal y nos infundió ánimo; ese fue nuestro primer error, creer que las cosas irían bien.

Apenas salimos de la casa, mi mamá (quien era la conductora) se dio cuenta que al carro le faltaba gasolina y comenzó un viacrucis particular tratando de encontrar una estación de servicio abierta. Pasamos por La Encrucijada para conseguirnos con que las dos bombas que están allí se encontraban cerradas, tendríamos que irnos por la Intercomunal Turmero-Maracay. ¡Nada! Todas estaban cerradas. Alguien dijo “Vamos a la Avenida Bolivar” pero Oops, the joke’s on us! ninguna estaba abierta. La frustración era tan grande como ver el video de “Sígueme en el twitter” interpretado por las misses. Al fin logramos dar con una que se encontraba funcionando, pero entre tantas vueltas habíamos perdido la fabulosa ventaja inicial.


Desfile en traje de baño

Ya con el tanque lleno emprendimos nuestro camino hacia Valencia, coloqué el nuevo CD de Adele para pasar el rato y hacer más ameno el viaje. Comenzábamos a estar tranquilos, aún llevábamos buen tiempo. Pasamos el peaje, el túnel de La Cabrera, el José Gregorio Hernández inmenso que hay a un lado de la autopista; pero volvimos a equivocarnos, otra vez nos emocionamos porque todo marchaba bien. En algún punto de Los Guayos, entre todo ese mar de huecos que pueblan las calles de mi país, caímos en uno que espichó uno de los cauchos.

Daban las 5:00 de la mañana cuando mi hermano se estaba bajando a cambiarlo mientras yo buscaba el triángulo de seguridad para colocarlo, allí descubrí que estaba roto y era imposible mantenerlo erguido. Por esta razón tuve que colocarme a una orilla de la ARC para hacerle señales a los carros que pasaban para que tuvieran cuidado.

Fue en ese momento, en el que empezaron los cornetazos, silbidos chanceros y piropos de gandolero que tuve el tradicional desfile en traje de baño, cuando cada carro que pasaba si no estaba a punto de atropellarme me desnudaba con la mirada.


Entre las 10 Finalistas

Después de terminar de cambiar el caucho, darnos cuenta que no solamente se había espichado uno sino dos y tratar a esa hora de encontrar donde repararlo, logramos llegar al consulado ¡Allí empezaron los nervios! Y comprendimos que si queríamos lograr algo, debíamos mantener una mente negativa. Al abrir las puertas al público pudimos entrar a tomar número con la voz de “Uno por familia” del vigilante, quien supongo es la figura criolla del sitio.

Créanlo o no, el hecho de que tardaran más de dos horas en llamar nuestro número no contribuyó en nada a mis nervios. Fui la décima finalista, esa con la que Maite hace una pausa eterna para llamarla. Como estaba nerviosa salí a sentarme en las sillas de afuera, a tomar un poco de aire fresco. Me encontraba inmersa en un libro que había llevado, cuando un hombre bellísimo se sentó a hablar conmigo sobre mi experiencia con la solicitud de la nacionalidad. La conversación  transcurrió de forma amena hasta que Maite dijo mi nombre y la vida dijo “MJ de aquí sales con novio o con nacionalidad pero no con ambos”.


Ronda de Preguntas

Ahí estaba yo, frente al funcionario que me hizo temblar sólo con decir “su número de solicitud por favor”.  Entregué la planilla con mano temblorosa y me senté en la butaca como si de una silla eléctrica se tratara. Allí empezó una preguntadera atroz en mi cabeza “¿Y si los documentos están vencidos?”, “¿Y si la traducción está mala y mandan a repetirla?”, “¿Y si por no venir en tanto tiempo se venció el plazo?”, “¿Y si hay que hacer todo de nuevo?”… En mi mente habían más si condicionales que en un libro de inglés de bachillerato.


El cuadro de Honor

Después de una espera que pareció eterna en la que trataba de no prestarle atención a las preguntas que rondaban mis pensamientos, llegó nuevamente el funcionario y con él vino a mí la imagen mental de Maite para anunciar la ganadora. La espera eterna. La “amistosa” agarrada de manos entre las concursantes. Abre mi expediente y comienza a revisarlo. Se anuncia la segunda finalista, todo iba bien. Llaman a la primera finalista y Miss International. El funcionario sigue viendo la carpeta. Ahora sólo quedamos dos. “¿Y si me rebotan ahora?” “Shh… Cállate MJ que la ronda de preguntas terminó”.  Otra vez esa pausa odiosa de nunca acabar. Y por fin lo dijo: “Felicitaciones, ya es una ciudadana portuguesa.”


Todos corrieron a abrazarme mientras el confeti caía desde el techo. Lo había logrado, era momento de la coronación. Me entregaron la banda, un ramo de flores enorme y la Miss anterior trataba de colocar la corona entre todo ese mar de personas que me felicitaban y me tomaban fotos en ese momento. Con el maquillaje corrido y saltando de la emoción hice mi desfile triunfal por toda la tarima del Poliedro de Caracas.


Sí, todo eso pasó por mi mente cuando me dijeron que la nacionalidad era mía. Cegada por los flashes procedieron a tomarme la “foto oficial” esa que al día siguiente está en todos los periódicos del país, o en este caso en mi "Bilhete de Identidade".

Y qué si todos en el consulado me vieron como una loca, por demostrar mi felicidad en una forma tan efusiva y criolla; ellos nunca sabrán lo que siente una Miss Venezuela, pero yo ese día, sí. 

1 comentario:

  1. Creo que en serio tenemos el mismo tipo de reacción cuando conseguimos ganarle a la burocracia... HA! Felicitaciones, de verdad. Yo nunca fui de sentirme atraída hacia el Miss Venezuela... pero ciertamente sé lo que se siente ser una Miss de Consulado Internacional =)

    Besitos!

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