28 de noviembre de 2011

La reseña que merece ser publicada

Estuve escribiendo sobre películas y música para una revista electrónica que lamentablemente no volverá a editarse; por esta razón, la reseña que escribió un amigo para ella no podrá salir. Gabriel, te debía una reseña publicada y aunque quisiera hacerlo en la edición dominical de El Universal con lo único que cuento es con este espacio.

Es así como a continuación paso a dejar esta reseña que merecía ser publicada.




El Emperador romano Adriano, envejecido, siente cercano el momento de su muerte, y decide que ha llegado el momento de hacer un recuento de su vida. En la forma de una larga carta dirigida a su futuro sucesor, Marco Aurelio, Adriano narra sus experiencias como gobernante, pero sobre todo, como hombre. A través de sus palabras penetramos en su mundo, el de una Roma sacudida por las intrigas y por la certeza de que su fin está ya cerca. Campañas militares, estratagemas políticas, asesinatos y conspiraciones palaciegas forman parte del universo de Adriano, pero a medida que repasamos junto a él sus vivencias y sus continuos viajes, empezamos a vislumbrar poco a poco al ser humano detrás de la túnica púrpura del Emperador: su amor por el arte, sus anhelos y utopías, sus apasionados romances y finalmente, sus dudas y temores al sentir cercana su muerte.

El tono reflexivo y casi filosófico de Adriano en las primeras páginas, termina por ir dando paso a un discurso mucho más íntimo a medida que avanzan sus memorias. Nos convertimos así en sus confidentes, casi como si la misiva dirigida a Marco Aurelio lo fuese para nosotros mismos. El foco de atención de la obra nunca de aleja del Emperador; en torno a sus recuerdos gira toda la trama. El tinte contemplativo y evocador de sus palabras hace que con frecuencia tengamos la sensación de que sólo nos enteramos de lo que Adriano recuerda o quiere recordar de determinado incidente; esto aumenta mucho la sensación, siempre presente, de que es el protagonista y no la autora quien se dirige al lector.


Fruto de un exhaustivo (y obsesivo) trabajo de investigación por parte de la autora, “Memorias de Adriano” posee todas las cualidades que debe tener un buena novela histórica: una ambientación extremadamente cuidada y verosímil, una narración ágil impregnada a la vez de un lirismo notable y una documentación digna de cualquier biografía o ensayo histórico. Al igual que lo había hecho Robert Graves en 1934 con “Yo, Claudio”, Yourcenar consigue la proeza no sólo de situarnos en una época muy lejana, sino además, ser capaz de convertir la vida de un personaje histórico en una  perfecta metáfora de su tiempo.



Publicada en 1951 y considerada una de las mejores novelas históricas jamás escrita, “Memorias de Adriano” consagró a Yourcenar como una de las grandes escritoras de habla francesa del siglo XX. En palabras de Gustave Flaubert, de las que se hace eco su autora, el libro viene a reflejar un período de la historia único y fascinante: “los Dioses ya no estaban y Cristo no estaba todavía, así que el hombre debió afrontar que estaba solo por primera vez”. 

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