19 de agosto de 2011

El club de los años perdidos



Creo que todos conocemos personas a las que les gusta quejarse de sus parejas o ex-parejas (según sea el caso). En mi entorno, ese grupo está conformado por más mujeres que hombres, pero no con ello quiero decir que deba ser una regla universal.


La mayoría de las amigas de mi señora madre pertenecen a ese grupo de gente. Por una parte, se encuentran las divorciadas, que dividen su  discurso entre quejarse del “trapo” de ex-marido que tenían, de lo infelices que fueron con él y de lo mucho que se gozan su estatus de soltera a sus (inserte edad acá) años.

En el otro lado están las casadas, que hablan de la poca atención que les presta su esposo o de que ya no las trata como antes. Se quejan también de su poco o mucho interés por el sexo  (otra vez depende del caso), de cómo voltean a mirar cualquier falda que se les cruza y de sus salidas con los amigos.

Pero el hábito de quejarse también los he visto entre mis contemporáneos. Tendría que pedir muchas manos prestadas para poder contarlos a todos y aún así estoy segura de olvidar a unos cuantos.

Yo entiendo que en una relación van a haber momentos difíciles, que a veces necesitas desahogarte con un amigo y contarle tus problemas, pero ¡caramba! llega un momento en que frases como “mi novio(a) ya no me trata como antes”, “cambió su actitud hacia mi” y “a veces me pregunto por qué sigo con él(ella)” te hacen sangrar las oídos; y ese momento me llegó hace años.


Tampoco me gusta estar escuchando cómo es(a) miserable te hizo perder  uno, cinco, diez, veinte o más años de tu vida. Porque déjame decirte que la única o el único que perdió el tiempo fuiste tú.

Debo mencionar de igual forma que no sólo se pierde el tiempo por quejarse, sino por creer que toda la relación merece ser echada a la basura. Si no eres capaz de rescatar ningún recuerdo bonito y ni un solo aprendizaje de todo ese periodo pues entonces eres una persona increíblemente vacía, porque aún de las “malas relaciones” se aprende algo, así sea a no cometer el mismo error.

Aquí es donde agradezco el ejemplo que me dio mi señora madre. El matrimonio tuvo problemas, trató de resolverlos y como vio que no hubo resultados -ni disposición del otro lado- pues agarró sus maletas, se las puso en la puerta y ¡listo! No se estuvo quejando de lo infeliz que fue, ni anduvo llorando porque “ya mi negro no me quiere”, sino que buscó la solución madura y adulta al problema.

Jamás la he escuchado decir que perdió no-se-cuantos años de su vida ¿Y saben por qué? Porque no lo hizo. Cuando las cosas ya no estaban funcionando y no se pudieron arreglar se dio cuenta que ya todo había terminado, y que nada hacía con quedarse al lado de alguien a quien sencillamente ya no quería; o tal vez sí quería pero se puso a ella y a su amor propio en primer lugar.

Ahora te toca a ti. Deja de quejarte por una relación que no está funcionando bien y mejor búscale una solución, siéntate a hablarlo con tu pareja, intenten resolverlo y por favor no te conviertas en parte del club de los años perdidos. 

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