11 de agosto de 2011

I love... Vecinos que aman la alta definición


En mi calle somos muy unidos. Las familias más antiguas (como la mía) tienen sus casas desde que se fundó la urbanización, hace más de 40 años. Bien sea por mantener la paz o por genuino agrado se han desarrollado amistades y apadrinamientos entre los habitantes, muestra de ello es que mis padrinos de bautizo vivieron en la casa de al lado hasta que mi madrina murió y mi padrino se fue a España.


Ahora bien, siempre me ha gustado separar a mis vecinos en dos grupos, los que son calladitos y los que visitan. A los primeros pertenecemos nosotros, pues no somos de andar haciendo visitas sociales todas las noches, ni pararnos a hablar cada vez que podemos (tal vez sea una cualidad que se adquiere con la vejez); saludamos amablemente cuando pasamos por el frente de las casas, prestamos la escalera cuando alguien lo necesita y si vemos a un vecino en otra parte de la ciudad le ofrecemos la cola*.

Por el otro lado están los que visitan, generalmente pertenecientes a la tercera edad, que se turnan de casa en casa para tener conversaciones todas las noches. Son los que si se consiguen sacando la basura en la mañana se quedan hablando hasta el mediodía sin darse cuenta y si se ven en la tarde también se instalan a platicar. Acá también se incluyen a las mamás y abuelitas que en las noches conversan mientras “vigilan” a sus hijos/nietos.

Motivado a la inseguridad, situación que todo venezolano conoce, el año pasado se decidió cerrar la calle y se creó una asociación civil para fijar los deberes y derechos de todos los involucrados.

Al cumplirse un año desde el cierre de la calle, se organizó un evento para celebrar el importante acontecimiento y para recaudar dinero que sería destinado al fondo de mantenimiento de la calle. Con esa idea en mente a alguien se le ocurrió hacer una rifa, cuyo primer premio sería un televisor LCD de 30 y tantas pulgadas.


La noche del sorteo se dieron cita todos los vecinos, y aquí admito que fui por saber quien se llevaba el TV, todos ligando que el premio fuera para ellos -incluyéndome-. Se lo ganó una de las vecinas más calladitas y tranquilas que se puede tener; quien se la pasa en su casa sin molestar a nadie y que solo ves cuando llega de hacer mercado o sale a pasear con sus nietos.


Y así como ella no molestaba ni andaba visitando a los demás vecinos, nadie la iba a visitar a ella. Hasta esa noche. Ahora no hay persona más interesante para tener una conversación, no hay quien haga un café más sabroso y no hay alguien que tenga chismes más frescos y escandalosos -al parecer-.

Una vecina se ganó una tostadora, y nadie le lleva una bolsa de pan de sándwich para que la prepare, dos vecinas más se ganaron un exprimidor de limones cada una y no he visto que le lleven un limón para hacer jugo, y otra vecina más se llevó una licuadora y nadie ha ido a su casa para que le haga un batido. Pero curiosamente ahora la casa de la vecina calladita se ha convertido en un centro de reunión social.

Lo que me lleva a las siguientes reflexiones: Mantén una distancia prudencial de los demás residentes de tu calle, los premios más codiciados de las rifas poseen una maldición egipcia esperando por un incauto, valora tu paz porque no sabes en que momento se acabará,  y por último... Siempre habrán vecinos cómodos que amen la alta definición.


(*)Dar la cola: conocida como aventón, auto-stop o hacer dedo en otros países. 

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